Quienes Somos
Nuestras Actividades
Campañas
Publicaciones
Voluntarios
Hazte Socio
Contacta
Intolerancia
Derechos Humanos
Paz y Tolerancia
Ética y Justicia
Solidaridad y Desarrollo
Comunicación y Libertad
Inmigración y Refugiados
Pueblo Gitano
Racismo y Xenofobia
Antisemitismo
Homofobia
Terrorismo
Ultras y Neonazis
Integrismo
Pena de Muerte
Sexismo y violencia
Violencia Urbana
Maltrato Infantil
Seguridad Ciudadana
Memoria Víctimas
Editoriales
Noticias
Entrevistas
A por más
Informe RAXEN
Cuadernos de Análisis
Onda Verde
Teléfono de la Víctima
Aula Intercultural
Agenda
Foro
Chat
Hazte solidario
Tienda Solidaria

Migración, un fenómeno inevitable

    Publicado el 6/9/2005

Año con año, millones de personas abandonan su lugar de origen para aventurarse rumbo a otro país en busca de mejores condiciones laborales y de vida. Muchos consiguen su objetivo, pero otros tantos mueren en el intento. Lo mismo de África por mar hacia Europa que desde México hacia Estados Unidos por el Río Bravo o en avión desde Ecuador rumbo a España; la migración es un fenómeno mundial.
Estos masivos movimientos de personas tienen su origen en el deseo humano de mejorar, pero también son motivados por una oferta laboral -aunque no sea legal o regulada- en el país receptor. "No hay migración sin necesidad de mano de obra barata", sostiene José Pires, director de la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
La realidad de la migración

Una de cada 35 personas es migrante. Tan sólo entre el año 2000 y el 2005 el número de migrantes en el mundo aumentó entre 10 y 17 millones de personas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas. Con ello, el 2.9% de la población mundial no reside en su país de origen.

Sin embargo, si bien es cierto que esta movilización ha ido en aumento, la migración se concentra sólo en un puñado de naciones, según el Reporte Mundial de Migración de la OIM. Ello significa que el 75% de los migrantes en el mundo vive en sólo 12 países, de los cuales Estados Unidos tiene 35 millones -el 20% de la inmigración mundial-, Rusia 13.3 millones -equivalente al 7.6%-, y Alemania 7.3 millones -representando el 4.2% de la inmigración global.

Los tres países que más migrantes envían al resto del mundo son: China con 35 millones, India con 20 millones y las Filipinas con 7 millones de migrantes.

El lado humano

Pero si bien los números son fríos no es lo mismo lo que sucede en el lado humano de la historia. Ejemplos sobran.

Para que un migrante africano abandone su país, su familia debe pasar por lo menos seis años ahorrando dinero hasta conseguir un mínimo de 1,000 euros. Una vez que se ha reunido esta cantidad entra en contacto con el equivalente a un "pollero" mexicano que lo irá entregando de mano en mano hasta llegar a Marruecos o alguna de las ciudades españolas en África: Ceuta o Melilla; claro está, se corre el riesgo de ser detenido en el proceso.

Una vez ahí, se embarca en una "patera", una especie de balsa que lo mismo puede estar construida de caucho, que de madera o goma. En ella, dentro de un espacio de seis metros, el migrante compartirá el destino junto a otras 30 personas. Todos se someterán a vientos de hasta 65 kilómetros por hora y olas de tres a cinco metros de altura durante los aproximadamente 14 kilómetros que separan la costa africana de España. Muchos morirán ahogados en el intento. A quienes tengan éxito les llamarán "los subsaharianos".

El ecuatoriano es un inmigrante diferente. Llega por avión al aeropuerto de Barajas en Madrid. Hasta el 2002, para ellos inmigrar a la Península Ibérica era la cosa más sencilla del mundo, pues no les requerían visa. A partir de ese año, debido a la explosión migratoria, se les exige ese documento, pero si bien ha disminuido el flujo de migrantes, no ha detenido el proceso.

Los ecuatorianos, al igual que los africanos, ahorran y reciben dinero de sus familiares para emprender la aventura. Estando en España es relativamente sencillo encontrar empleo en bares, cuidando personas mayores, en limpieza doméstica y más. Un ecuatoriano que en su país gana 100 dólares al mes por 40 horas de trabajo semanal doméstico, en la madre patria puede obtener hasta 600 euros, unos 733 dólares y por menos horas de trabajo. Ellos serán llamados en España "los sin papeles".

A cambio, en Ecuador comienzan a existir algunos problemas familiares o de integración social, pues los jóvenes que se quedan al cuidado de los abuelos se gastan todo el dinero que los padres les envían en todo, menos en educación, asegura Carlos Rojas, periodista ecuatoriano.

Todos los inmigrantes se enfrentan, además, al duro problema del racismo y la xenofobia. A pesar de que la inmigración es necesaria, apunta José Pires, "muchos todavía no están preparados y hay fuerzas internas que explotan esas debilidades con fines políticos". La solución: aceptar la realidad y planificar y regularizar la migración, sostiene el especialista.

El efecto económico

"Hay migración porque hay necesidad de mano de obra. Los migrantes no van a ocupar los lugares de trabajo de los nacionales; los nacionales no quieren trabajar en los sectores en los que los migrantes trabajan", afirma enfático el director de la OIM.

Si bien es cierto que el tema del efecto económico de la inmigración provoca un ríspido debate, existe una realidad común en los países receptores de la migración: el desarrollo económico. Éste ha propiciado que los ciudadanos de dichas naciones busquen desarrollarse profesionalmente en sectores más avanzados y sofisticados, dejando en el abandono a sectores primarios como la construcción o la agricultura.

Para los expertos, la clave está en la planificación. Los países receptores de migrantes deben poner orden en el número de inmigrantes que pueden recibir y dedicar, además, recursos al desarrollo económico de los países que envían migrantes, con el fin de que no se hagan dependientes de las remesas.

Por algo, Pires concluye: "La inmigración es inevitable y hay que aceptar la realidad".

dcuen@eleconomista.com.mx