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El Mengele de Mauthausen se oculta en la Costa Brava

    Un anciano de 91 años se paseaba tranquilamente por alguna localidad de la Costa Brava hasta la última semana de agosto. Sus 190 centímetros de estatura, su marcado acento alemán o la cicatriz en forma de uve en la cara, cerca de la boca, resultado de una pelea de juventud con arma blanca, no parecían preocupar al doctor Aribert Ferdinand Heim, cualquiera que sea la identidad falsa que ahora utiliza. Acusado de crímenes contra la Humanidad desde 1959, pasaba desapercibido entre el amplio colectivo de alemanes y austriacos que disfrutan de su jubilación en las costas de Girona.
Ahora, Heim tiene que tener más cuidado y estar más alerta porque el Gobierno alemán ha constatado que está vivo y le sitúa en España. Pero en su dorado exilio de la Costa Brava, estaba hasta hoy relativamente tranquilo, convencido de que sus perseguidores le sitúan en Dènia (Alicante) o en Ibiza, donde Franco permitió a los veteranos de la Legión Cóndor establecer una colonia segura en compensación por su apoyo durante la Guerra Civil. Además, la esposa de Heim, visitó Ibiza en 1980.

Pero la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (UDYCO) del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) de Barcelona, al mando del inspector jefe Antonio Giménez, uno de los grupos policiales españoles que participa en la búsqueda de Heim en España a petición de la Justicia alemana, tiene serios indicios de que donde realmente se esconde el criminal nazi es en una localidad de las costas de Girona. Es en esa provincia precisamente donde la Policía española localizó la oficina bancaria a la que iba destinada la transferencia desde una cuenta millonaria alemana a nombre de Aribert Heim. La Comisaría General de Investigación Criminal de los Mossos d'Esquadra también le sigue la pista desde hace meses.

A los 91 años y tras haber pasado 43 huyendo de la Justicia, Heim, conocido como el otro Mengele, el carnicero de Mauthaussen o el banderillero -este último alias se lo pusieron los republicanos españoles de Mauthaussen, por su afición a aplicar inyecciones letales a los internos-, cometió un error. Heim es el segundo criminal nazi más buscado del mundo y uno de los pocos que hasta ahora permanecían sin localizar. Acusado de crímenes contra la Humanidad por las atrocidades cometidas en las siete semanas que permaneció en Mauthausen, Heim no pudo evitar que la Policía del land de Baden-Wurtemberg, detectara movimientos en una cuenta corriente con un saldo de más de un millón de dólares a nombre del difunto Aribert Heim -su esposa y sus hijos sostienen que murió en 1993, pero ni la policía alemana ni la argentina lo cree-.

Ni su mujer ni ninguno de sus hijos tiene poderes en esa cuenta, desde la que se enviaron en agosto varias partidas a la oficina de un banco español en la costa mediterránea. A pesar de la insistencia de los investigadores alemanes y judíos por situarle en Dènia o Ibiza, Giménez y sus hombres de la UDYCO lo colocan en Girona.Tienen, además, jurisdicción para detener al antiguo médico de Mauthausen en cualquier momento y para ponerlo a disposición de la Audiencia Nacional, cuyo juzgado central de instrucción número 5 ya ha abierto diligencias a petición de los investigadores de Barcelona. El hecho de que haya documentados al menos un centenar de asesinatos de españoles a manos de Heim hace indiscutible la jurisdicción de la Audiencia Nacional.

En cualquier caso, los crímenes contra la Humanidad están sujetos a jurisdicción universal desde la Carta de Nuremberg, aprobada en 1948, que los define como «el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación y otros actos cometidos contra la población civil, antes o durante la guerra». De hecho, esa jurisdicción internacional permitió juzgar en Francia a los criminales nazis Klaus Barbie y Maurice Pappon, a pesar de que algunas de las atrocidades que cometieron tuvieron lugar fuera de territorio francés. Además, en esta clase de crímenes hay un apartado específico destinado a los «experimentos médicos con prisioneros de guerra», que se aplicó fundamentalmente a los médicos militares japoneses tras la Segunda Guerra Mundial, y a los médicos de las SS a partir de 1959, como uno de los capítulos finales de los procesos de Nuremberg. Es precisamente en esa categoría en la que se inscriben las atrocidades que cometió Heim durante la breve estancia de siete semanas que pasó como jefe médico del campo principal del complejo de concentración de Mauthausen.

Los testimonios de los supervivientes aseguran que el doctor nazi Aribert Heim tenía una debilidad enfermiza por inyectar benceno a los prisioneros para cronometrar cuánto tardaban en morir, por operarles sin anestesia con la excusa de someterles a innecesarias apendicectomías para extraerles las vísceras y comprobar su umbral de dolor, o por decapitar a algunas de sus víctimas para hervir sus cabezas y conservar sus cráneos como trofeos o para usarlos como pisapapeles.

Unas prácticas que justifican que recibiera el sobrenombre de pequeño Mengele, porque su perfil criminal era muy similar al del doctor Joseph Mengele, el responsable médico del campo de concentración y exterminio de Auswitz.

A pesar de esas atrocidades, cuando Heim fue capturado por los aliados sólo pudo ser procesado por su pertenencia a las Waffen-SS.Internado en un campo de prisioneros, fue puesto en libertad en 1948.

Se mudó a Baden-Baden donde ejerció como ginecólogo hasta que, en el marco de los procesos contra los médicos, salió a la luz su sádico historial. Pero logró fugarse durante 1962.