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RACISMO E ISLAMOFOBIA EN EUROPA

    No hace mucho tiempo llegó la última advertencia de la ONU sobre el crecimiento del Racismo, la Xenofobia, el Antisemitismo, la Islamofobia y otras formas de Intolerancia en Europa. A la misma conclusión llegaron el Observatorio Europeo de Fenómenos Racistas, la OSCE y otros organismos que hacen seguimiento del problema. En efecto, uno de los factores más señalados es el miedo a todo lo relacionado con el Islam tras los atentados del 11-S en Nueva York, 11-M en Madrid y 7-J en Londres, así como de otras acciones del terrorismo internacional, pese a que dirigentes políticos se manifestaran desligando el terrorismo del colectivo musulmán.

Pese a la labor de contención institucional en torno a los momentos de esos trágicos sucesos, en Europa se ha producido un serio aumento de las agresiones verbales y físicas hacia los musulmanes, tanto por parte de grupos extremistas como por personas de forma individual. El recelo y rechazo sustentado no solo por el miedo también por prejuicios antiguos y profundos, ha exacerbado el acoso al magrebí, al árabe y al musulmán. El velo y el turbante, la mezquita y el inmigrante, son puntos de referencia de la fobia al Islam, de una intolerancia extrema en donde convergen el rechazo religioso, la xenofobia y el racismo, una intolerancia que se expresa no solo desde la discriminación sino con evidentes y registrados actos de violencia.

Además del uso del discurso antiterrorista por quienes fomentan la islamofobia, se acompaña un discurso que criminizaliza al magrebí, lo convierte en un sospechoso de delincuencia e incluso culpabiliza a todo el colectivo cuando alguno de sus miembros comete la infracción. Y si acaso no es suficiente, al magrebí o musulmán se le vincula a las drogas, a la deflación laboral en una supuesta competencia desleal por el trabajo, y a una temida y silenciosa “invasión” en patera urdida con astucia por quienes quieren conquistar Europa para un nuevo Califato, como verifica, según sus detractores, el carácter irreductible de los musulmanes en el ámbito cultural y religioso, porque en definitiva, estas personas “no se quieren integrar”.

Islamofobia: bandera de la ultraderecha

El neofascismo, la ultraderecha populista, el neonazismo, el integrismo conservador, ... el conjunto de formaciones de derecha extrema a nivel internacional, hacen de la islamofobia, salvo rara excepción, un eje estratégico de su política. En España, como en el resto de Europa, el rechazo a la inmigración magrebí es recogido en todas las encuestas como de los más elevados, y solo superado por el rechazo a los gitanos. Este rechazo es utilizado y se presta a todo tipo de campañas de intolerancia, bien contra la construcción de mezquitas o contra el acceso a derechos sociales, además de captarlo como bandera política, cual es el caso del ingreso de Turquía en Europa, de la enseñanza del Islam en la escuela, del uso del velo por las mujeres musulmanas o cualquier otro elemento factible de ser instrumentalizado.

Con independencia de factores socioeconómicos y políticos derivados del proceso de globalización, la extrema derecha en toda Europa ha vinculado el rechazo de la inmigración a la islamofobia. Esta ha sido el caso de la reciente campaña antimusulmana y antiturca lanzada por el Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria, organización ultraderechista que ha llegado a influir en otras formaciones políticas. En este sentido se ha pronunciado la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) al declarar que los inmigrantes de los países musulmanes y el propio Islam se han convertido en objetivos principales de políticos sin escrúpulos que explotan los sentimientos de inseguridad en un mundo cada vez más diverso y multicultural.

Lejos de considerar anecdótico la emergencia de formaciones ultras y populistas que hacen de la islamofobia, junto al antisemitismo, un eje central de su discurso político, se debería contemplar con preocupación el avance de quienes apuestan por la profecía del conflicto civil que desean se “autocumpla”, los del denominado “choque de civilizaciones”. Es preciso reaccionar ante el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la islamofobia que se dejan ver grosera, delictiva y brutalmente en las Webs del Odio que se difunden por Internet. Naciones Unidas insiste en señalar el peligro y recuerda en sus informes como en Francia, el Frente Nacional de Jean-María Le Pen obtuvo el 17 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de 2002; como en Alemania, en el 2003, existían 170 grupos ultras, consiguiendo diputados y representantes grupos como el NPD y el Partido Republicano, abiertamente xenófobos; como en Gran Bretaña en 2003, el principal grupo ultranacionalista y xenófobo, BNP, obtenía el mayor resultado de la historia de la extrema derecha desde 1970; como en Austria, en los comicios de 1999, el FPÖ consiguió el 28% de los votos y entró en el Gobierno; y en el resto de Europa, Italia, Bélgica, Holanda, Suiza, Rusia, ... su presencia es más que significativa e institucional.

En España, mientras, aunque no existe una formación política que aglutine a todo el espectro ultra y xenófobo, decenas y decenas de grupos se han lanzado contra la inmigración y contra el Islam, desarrollando un discurso que se resume en una tetralogía de la intolerancia, con la siguiente ecuación: magrebí – fanatismo islámico – delincuencia – terrorismo, impulsando la agitación social tras cada suceso o la sola presencia de una mezquita en una localidad.

Islamofobia: algo más que un prejuicio

El incremento de la intolerancia ha convocado reiteradamente a los organismos internacionales, junto a las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que no han cesado de realizar llamamientos para actuar y frenar su aumento. A la cabeza de la denuncia de la islamofobia ha estado Kofi Annan, insistiendo en la distorsión que cometen los intolerantes de los principios del Islam y en el fanatismo fóbico de su conducta, señalando la falsedad de quienes afirman que “el Islam es incompatible con la democracia”y que es “irrevocablemente hostil a la modernidad y a los derechos de las mujeres”, así como la responsabilidad de aquellos círculos institucionales que “permiten declaraciones denigrantes sobre los musulmanes sin ninguna censura”, con el resultado de que el prejuicio adquiere aceptación social. El Secretario de Naciones Unidas convoca a todos, invita al mundo a combatir la islamofobia, “una de las peores lacras del presente que afecta especialmente a los países democráticos”.

Esta lacra en nuestro país tiene una profunda matriz social, incluso histórico, además es un prejuicio que no es combatido en la escuela, donde ni los profesores, ni los manuales escolares abordan adecuada y pedagógicamente el mundo árabe y el Islam. En el ámbito educativo domina la superficialidad, el desconocimiento y el error, además de la asunción de prejuicios e interpretaciones parciales y xenófobas que denotan rechazo a la cultura árabe y musulmana. La necesidad de revisar los textos y formar al profesorado desde una perspectiva intercultural, de libertad religiosa y tolerancia, se ponen de manifiesto cotidianamente y es prioritario si se quiere evitar que el prejuicio anide en la escuela.

Los mensajes de muchos medios de comunicación son otro factor del crecimiento de la islamofobia. Salvo raras excepciones la representación árabe-islámica es bastante negativa y la imagen de referencia bascula de la patera y el inmigrante pobre al integrista fanático, del emir rico del Golfo al terrorista, reforzando un estereotipo que alimenta el rechazo y la repulsa étnica y no deja espacio para apreciar una cultura. La distancia con el Islam no solo se presenta en nuestra sociedad como una brecha cultural insalvable, entre inmigrantes magrebíes y población autóctona, sino como una amenaza hacia Occidente y el sistema democrático. Las encuestas confirman el rechazo creciente del musulman en la sociedad, aceptando la expulsión y olvidando que un buen número de españoles son musulmanes, cuya libertad religiosa es un derecho constitucional. Mención aparte merece, en cuanto al crecimiento fóbico hacia los musulmanes, la campaña permanente del miedo, la rabia y el desprecio que autores como Oriana Fallaci despliegan contra el Islam.

Sin embargo, ante esta lluvia de odio que no cesa, la cruzada islamófoba no parece que responda exclusivamente a la evolución autónoma del prejuicio etnocéntrico, ya de por sí inquietante; mas bien recoge un rol que significaba el viejo comunismo, que con su desaparición fáctica viene ahora a ocupar el islamismo, cual es simbolizar el mayor peligro existente para la civilización occidental, un peligro que alimenta una fobia social que recuerda al cruel antisemitismo de los años 30, donde los judíos se constituyeron en el chivo expiatorio de todos los males.

De ahí la alarma del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos al constatar las graves manifestaciones de intolerancia, discriminación y actos de violencia que por motivos de religión o convicciones, amenazan a la convivencia y a las libertades fundamentales. De ahí su preocupación por la frecuencia con que se asocia el Islam a las violaciones de derechos humanos y al terrorismo, a la creación de estereotipos negativos y al uso de los medios de difusión, en especial Internet, para incitar a la comisión de actos de violencia, xenofobia e intolerancia contra los musulmanes.

Gobiernos y sociedad civil deben reaccionar frente a la islamofobia y ante cualquier práctica que fomente el odio y la intolerancia religiosa, incluidos los ataques a los lugares de culto, solo el fomento de la compresión, la tolerancia y el respeto en cuestiones de libertad cultural y religiosa podrán asegurar el futuro de la convivencia democrática.


Esteban Ibarra
Presidente
Movimiento contra la Intolerancia