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Antisemitismo: Apología de la maldad.

    ¿Quiero hacer estallar el corazón de la mentira?, aseguró un exultante Robert Faurisson, coreado por los vivas y los apasionados aplausos. Conocido negacionista francés, acababa de ser condenado en su país por negar el exterminio nazi contra los judíos, pero eso no le impidió gozar de unas lindas vacaciones pagadas en el balneario de Irán, y participar plácidamente como ponente en el congreso que el fascismo iraní ha montado sobre el Holocausto. En los pasillos del congreso, David Burke, ex dirigente del Ku Flux Klan, mostraba su felicidad a los escasos periodistas europeos que habían seguido el acto, y aprovechaba para hablar de la "vergüenza occidental, represora de la libertad de expresión". Por supuesto Irán era, en el imaginario del conocido racista americano, un modelo de libertades.

También dicen las crónicas que los representantes iraníes no estaban del todo felices, que habían querido dar una apariencia "científica" al congreso, y que se les había escapado de las manos. Que se había convertido, finalmente, en una orgía de negacionistas, nazis de todo pelaje y toda la larga familia de conocidos antisemitas que pueblan librerías y panfletos del mundo, para desgracia de la inteligencia y de la justicia. Solo faltaba el bueno de Mel Gibson. Es decir, el congreso de Irán sobre el Holocausto había resultado un gran espectáculo de odio y desprecio a las víctimas judías de la Shoah, pagado con dinero público de un estado, miembro de la ONU, cuya influencia en el Islam, en Oriente Medio y en el mundo, es más que notoria. Por supuesto, el presidente Ahmadinejad volvió a amenazar a Israel, pidió su desaparición y animó a todos los musulmanes a hacerla efectiva. En conclusión: apología del odio, amenaza bélica de un país contra otro, exhibición pública sin complejos de la orgía antisemita, y finalmente una notoria inhibición e indiferencia del mundo, perfectamente ejemplarizada en el malvado silencio de la Organización de Naciones Unidas. Si de algo ha servido el congreso de Irán, desgraciadamente ha sido para confirmar lo ya sabido: demostrar que se puede hacer apología del negacionismo nazi, y no padecer ninguna consecuencia.

Porqué tengo decenas de amigos que pertenecen al terrible naufragio del Holocausto; porqué recuerdo mi amiga colombiana, cuya abuela había perdido completamente el conocimiento del polaco, su lengua, cuando fue rescatada, con 13 años, de Auschwitz, después de ver desaparecer a toda su familia; porqué recuerdo la mirada temblorosa de un superviviente en Chile, que me decía, entre lágrimas, que nunca, ningún europeo le había pedido perdón; porqué recuerdo aquel hombre triste que conocí en Santiago, cuyo padre, músico de profesión, fue obligado a tocar el violín mientras ejecutaban a su familia; porqué fueron más de un millón de niños; porqué desaparecieron dos tercios de la población judía europea; porqué decenas de pueblos, con su vida judía de siglos, con sus poetas, sus maestros de escuela, sus agricultores, sus comerciantes, sus médicos, sus niños y sus abuelos, sus mujeres y sus hombres, todos, de cuajo, desaparecieron del mapa para siempre. Humo, solo humo. Y algunos quieren que no sean ni tan solo recuerdo. Humo y olvido.

Por tanto dolor, por tanta maldad, por tanta tragedia que me pesa en el alma con la culpa de siglos que Europa acumula, por todo me siento profundamente triste, profundamente perdida y profundamente derrotada.

Es cierto. El racista Burke tiene motivos para estar exultante: alimentar el odio a los judíos y burlarse del exterminio que padecieron seis millones de personas, sale gratis, totalmente gratis. ¿A quién le importa? ¿Qué país ha retirado el embajador iraní de su territorio? ¿Quién ha pedido explicaciones en la Asamblea General de la ONU? ¿Quién enviará a la cárcel a los que han participado en esta apología de la maldad? ¿Quién se sentirá conmovido? De todas las muchas, tantas veces que he escrito que los judíos están solos ante su desgracia, y que Israel está solo ante su supervivencia, ésta es la que más datos me aporta para estar segura de ello. Me pregunto. ¿El mundo habría permitido un congreso oficial, público, legal, a favor del racismo? ¿No se habrían hecho todo tipo de actos de solidaridad y protesta? ¿No se habrían planteado boicots económicos, militares y la diplomacia habría agotado todos los recursos para evitarlo? ¿Las organizaciones de izquierdas, no habrían salido a la calle, indignadas por la apología de la maldad que representa el racismo? ¿SOS racismo no habría puesto el grito en el cielo? ¿Y los Saramagos del mundo, no habrían expresado su rabia profunda? Pero cuando el racismo se perpetra contra los judíos, víctimas de la mayor aniquilación de la historia, el mundo considera que éste no es, nunca ha sido, su problema.

De la impunidad renace, rabioso y reforzado, el odio. Y, con el odio reforzado, todas las puertas del mal están abiertas.

Dice un viejo dicho: "cuando tu enemigo asegura que quiere matarte, créelo". ¿Qué deben pensar los israelíes ante las amenazas reiteradas de destrucción, por parte de Irán, país que impunemente conseguirá bombas atómicas? ¿Qué deben pensar los judíos de todo el mundo? Piensan que están solos. Que siempre han estado solos ante el odio antisemita.